El Gran Enigma de Antikythera

La historia no dejará de sorprendernos con innumerables descubrimientos que hoy se abren ante nuestros ojos.

Cartago no podría resistir mucho más. Las líneas de abastecimiento de la ciudad de Siracusa iban a ser obra del pasado. Tras meses de intensa lucha el general Marco Claudio Marcelo podría por fin sitiar la ciudad por tierra y aire y alzarse con la victoria.
Corría el año 214 a.C cuando la guerra había estallado y tras meses de fascinación absoluta, viendo volar barcos que se alzaban de las aguas, de camaradas que morían abrasados por las llamas de una especie de magia, iba a llegar a su fin. Lo que no podía imaginar es que todavía en ese 212 a.C el asedio iba a durar ocho largos meses más.

Plutarco lo narró así:

            “… cuando Arquímedes comenzó a emplear sus ingenios, el disparó inmediatamente contra las fuerzas de tierra toda suerte de proyectiles, e inmensas masas de piedra que cayeron con increíble ruido y violencia; contra lo cual ningún hombre pudo resistir; porque derribaban a todos aquellos sobre quienes caían a montones, rompiendo todas sus filas. Mientras tanto grandes postes empujaban desde las murallas los barcos y hundieron algunos mediante grandes pesos que dejaban caer desde encima de los mismos; otros los levantaban en el aire con una mano de hierro o un pico de ave como un pico de grulla y, cuando los habían colgado por la proa, y puesto de punta sobre la popa, los hundían hasta el fondo del mar; o bien los barcos, colgados por los ingenios de dentro, y hechos girar violentamente, eran arrojados contra las afiladas rocas que sobresalían de las murallas, con gran destrucción de los soldados que estaban a bordo de ellas. Un barco era frecuentemente levantado a gran altura en el aire (algo horrible de contemplar), y era sacudido de acá para allí, y se mantenía meciéndose, hasta que los marineros eran todos arrojados, cuando era arrojado en toda su longitud contra las rocas o dejado caer.”


El mismo Plutarco comenta:

            “Estas máquinas que (Arquímedes) había diseñado e inventado, no como asuntos de ninguna importancia, sino como simples pasatiempos de geometría; de conformidad con el deseo y demanda del rey Hierón.”

Arquímedes se revelaría si no lo había hecho ya, en un escollo que pocos o nadie podría sortear. Era tal la proeza de las hazañas realizadas gracias a cada imaginativo invento, cada defensa y ataque, que el propio Marco no permitiría jamás que fuera ejecutado.
De esta manera, Roma finalmente logró entrar y saqueó todo lo que había a su paso, matando a niños y mujeres. Sin embargo, tenían la extraña misión no sólo de no matar a Arquímedes, si no de protegerlo y ponerlo ha cubierto. En cambio, como nos dice Plutarco, la historia fue bien distinta. Cuando al fin un soldado de Roma logró encontrar a Arquímedes, este no obedeció las órdenes que se le dieron, únicamente se dedicó a dibujar círculos en el suelo. Este hecho fue captado por una muestra de desprecio por el romano, que desenfundando la espada lo atravesó por la espalda. Arquímedes, cayó agonizante al suelo.
Tras el saqueo, Marcos sólo partió con dos extraños objetos pertenecientes a Arquímedes. Dos máquinas que más tarde serían descritas por  Marco Tulio Cicerón  (Arpino, 3 de enero de 106 a. C. - Formia, 7 de diciembre de 43 a. C.), jurista, político, filósofo, escritor y orador romano.


            “Recuerdo un incidente en la vida de Cayo Sulpicio Gallo -cónsul con el sobrino de Marcelo en 166 a. C. y acreditado por Plinio el Viejo como el primer romano que escribió un libro explicando los eclipses solares y lunares-. Resulta que él estaba en la casa de Marco Marcelo, su colega de consulado (166 a.C.) cuando éste ordenó que le trajeran el globo celeste que su abuelo había traído de Siracusa, cuando aquella muy rica y bella ciudad fue tomada (212 a.C.). De ella, sólo tomó como botín. Yo había oído mencionar este globo con bastante frecuencia como atribuido a la fama de Arquímedes… llegué a la conclusión de que el famoso siciliano ha sido dotado con un genio mayor al que uno podría imaginar posible que poseyera un ser humano… este tipo nuevo de globo, dijo, en el que se mostraban el movimiento del Sol y de la Luna y los de las cinco estrellas que son llamada errantes (planetas), poseía más de lo que puede mostrarse en un único globo sólido, y el invento de Arquímedes mereció especial admiración porque él encontró una forma de representar con precisión mediante un único dispositivo para mover el globo, aquellos movimientos variados y divergentes, con sus velocidades. Y cuando Gallo movió el globo, de hecho, fue verdad que la Luna dio tantas revoluciones debajo del Sol sobre el aparato de bronce como correspondía al número de días pasados, de tal manera que el mismo eclipse de Sol que aparecía en el globo sucedería en la realidad.” (De la República 1, 21-22) (Para saber más, leer: Cuando la Tierra habla: El Enemigo de Roma)

Octubre de 1900. 
Un grupo de recolectores de esponjas que volvía a casa desde África paró en seco su trayecto debido a una fuerte tormenta que se divisaba en el horizonte. Para matar las horas muertas decidieron faenar en el lugar, así que Elías Stadiatos se sumergió en las oscuras aguas. Lo que vio, lo aterrorizó de un modo que pocas personas en el mundo han podido sentir. Unos ojos sin vidas se clavaban en su mirada, cientos de cuerpos semienterrados en el suelo marino se afanaban en salir a la superficie, como si quisieran perseguirle en su ascenso a la vida. Cuando asomó a la superficie  y tras haber recuperado el aliento perdido, el capitán Dimitrios Kondos le preguntó por su extraño comportamiento. Elías contó lo que había visto, sin embargo, Dimitrios no parecía creer ni un ápice de las palabras que brotaban a trompicones de su boca, lo atribuyó todo a la borrachera de las profundidades. En cambio, ante la negativa de su capitán y ya más sereno, Elías insistía una y otra vez en esas mujeres y hombres putrefactos que lo miraban desde el fondo.
Kondos, no tuvo más que bajar para comprobar la certeza de las palabras de su tripulante. A unos 60 m de profundidad halló un antiguo pecio, con gran cantidad de ánforas y diversas estatuas de mármol y bronce.
Una posterior inmersión en 1902, trajeron al mundo  gran cantidad de monedas de bronce y platas corroídas por el paso del tiempo, así como diversos utensilios utilizados en la época por dichos buques, y lo que era más interesante, aunque por aquel entonces nadie le prestó gran atención, los restos de lo que fue una caja de madera engastadas en lo que parecía un antiguo mecanismo con numerosos engranajes.
Aquel lugar situado entre la isla de Creta, (isla más grande de Grecia y la quinta en tamaño del mar Mediterráneo) y el Continente daría lugar a un misterio que aún hoy sigue dejando perplejo a propios y extraños de la materia, era lo que se conocería como la máquina de Antikythera.
El nombre sería tomado de la pequeña isla que guardaba los restos del naufragio, una isla de poco más de km y medio de largo y apenas medio de ancho.




Por difícil que parezca, nadie se interesó en el descubrimiento hasta ya avanzado el siglo XX, más concretamente en los años 70.
Derek de Solla Price, (22 de enero de 1922 en Leyton, Inglaterra – 3 de septiembre de 1983) fue un físico, historiador de la ciencia y acreditado científico de información así como padre de la cienciometría, sería el primero de muchos otros que avanzaría a tientas en este misterioso mecanismo, y, aunque no descubriera todos sus secretos, desvelaría parte de ellos.

La extraña pieza se encuentra y por aquella época también lo hacía, en el Museo Nacional de Arqueología de Atenas. Las hipótesis que circulaban por aquel entonces sobre el origen de la máquina eran dos:

·         Origen extraterrestre

·         Origen Humano: Dentro de la cual había dos nuevas posibilidades;

o   Había caído en el mismo lugar que los restos del naufragio original siglos más tarde.

o   Era realmente un instrumento fabricado hace algo más de 2 mil años.

Price, realizaría numerosas radiografías para ver cuantos engranajes tenía y como podían unirse unos a otros. Gracias a ello se podría dilucidar el periodo de rotación de los engranajes, así como la proporción de giro que cada uno de ellos realizaba. De este modo Price intentaría dar luz sobre la función que desempeñaba este aparato y si podría tener o no alguna significación astronómica.
Uno de los descubrimientos más significativo de su trabajo lo llevaría a cabo en 1974 cuando tras haber estudiado una parte de los engranajes se percató de algo extraordinario.
Se trataba de un grupo de engranajes que enlazaban unos con otros, en total 6 eran los que componían esta parte de la maquinaría. Se trataba de un engranaje de 64 dientes que a su vez movía uno de 38, que unido a uno de 48 movía a uno de 24 y este último a uno de 127  para finalizar en una rueda de 32 engranajes.
La proporción de giro que descubrió con respecto al primero de los engranajes era de: 13,36842105; número que puede que no nos diga gran cosa, pero que, sin embargo, los historiadores de la Astronomía saben que es el resultado de dividir 254/19, un número que para los antiguos representaba las vueltas de la Luna, 254, por cada 19 vueltas del Sol en el Zodíaco, es decir, la Luna da 254 vuelta en un periodo de 19 años.
Price, concluyó que debía haber dos agujas que representaran este hecho, una para el Sol y otra para la Luna, ya que debía tener una concordancia con los nombres del Zodíaco y los meses egipcios que él había encontrado en las piezas.

Más tarde descubriría las letras griegas:

·         Alfa- Α α

·         Beta- Β β

·         Gamma- Γ γ

·         Épsilon- Ε ε

Estas letras hacían referencia a parapegmas, es decir, letras que se referían a un listado de datos sobre las salidas y puestas de las estrellas, es decir, se trataba de un pequeño almanaque que aventuraba predicciones astronómicas. Como pudo comprobar, Price, el puntero del Sol sería el que iría indicando dichas predicciones.





            Gracias a Jacques Cousteau, (Saint-André-de-Cubzac, 11 de junio de 1910 - París, 25 de junio de 1997) oficial naval francés, explorador e investigador que estudió el mar y varias formas de vida conocidas en el agua,  podemos hacernos una idea de cuando se hundió el pecio, ya que en 1976, sería el último en varias décadas que se sumergiría en aquellas aguas. Las monedas que rescató, gracias al tipo de cuña que poseían, indicaban que el barco procedía de Asia Menor, probablemente de Pérgamo (situada en el noroeste de Asia Menor, actual Turquía, a 30 km de la costa del mar Egeo y frente a la isla de Lesbos, en la región llamada Eólida) o de Éfeso (localidad del Asia Menor, en la actual Turquía. Fue una de las doce ciudades jónicas a orillas del mar Egeo, situada entre el extremo norte de Panayr Dağ, el antiguo monte Pion, y la desembocadura del río Caístro y tenía un puerto llamado Panormo. Al este se hallaban la colina de Ayasoluk, con el valle a sus pies, y la población actual de Selçuk, cerca del mar, el monte Pion y el monte Coreso, actual Bulbul Dagh, a cuyos pies se encontraba la ciudad antigua). Por otra parte las diversas ánforas obtenidas, nos dan idea del recorrido que siguió el barco, con una seguridad pasmosa a Kos (isla griega del archipiélago del Dodecaneso, en el mar Egeo del que separa el golfo de Cos) y luego a Rodas (isla griega más extensa del archipiélago del Dodecaneso).
            La datación por carbono 14 de los restos de madera del barco lo sitúan en el siglo I a.C. con un margen de error de un par de siglos. Sin embargo, gracias a las monedas sabemos a parte del lugar de procedencia, la fecha en la que fueron acuñadas, estás nos dan una fecha aproximada a la década de los 60 o tal vez 70 del I a.C. La constatación final vendría gracias a las ánforas, que datan entre el 65 y el 50 a.C., por lo que parece probable como fecha para su hundimiento el 60 a.C.
            Todo esto desmonta la teoría de algunos historiadores que creen que pudo tratarse de uno de los barcos que transportaban a Roma el botín obtenido por Sila durante la Primera Guerra Mitridática (primera de las tres guerras que tuvieron lugar en Grecia y Asia Menor entre Mitrídates VI, rey del Ponto, y la República de Roma); al parecer hay un texto de Luciano de Samosata, dos siglos y medio posterior, que menciona la pérdida de uno de estos navíos.
            La respuesta, probablemente sea mucho más sencilla. Se trataría de un barco de origen comercial relativamente corriente en ese periodo de esplendor.
            Lo que Valerios recuperó del fondo, murmurando aquello de “¡qué curioso…!”, en 1902, era una especie de mecanismo construido en bronce y compuesto por 27 engranajes. El bronce fue el primer gran metal de la civilización, una aleación de cobre con estaño menos dura pero también menos quebradiza que el hierro; al quedar expuesto a la intemperie sólo se oxida en una capa de su superficie y así es capaz de resistir la corrosión, incluyendo la marina, incluso mejor que los aceros sencillos. Si hubiera sido fabricado con hierro, se habría desvanecido en las sombras del Mediterráneo y de la historia mucho tiempo atrás.

            Michael Wright, especialista en ingeniería mecánica del Museo de Ciencia de Londres, describiría la máquina como una especie de planetario. Gracias a los avances científicos realizó tomografías de las piezas, lo que le permitió un mejor estudio a la hora de trabajar con las mismas.
            Michael, construyó un modelo del mecanismo con herramientas disponibles en la época que hemos enmarcado, de este modo demostraría que lejos de las teorías extravagantes de extraterrestres y viajeros del tiempo, ese aparato, sí podría haber existido en el siglo I a.C. por increíble que pareciese.
            Tras llevarlo a cabo dictaminó que el trabajo llevaría más de 1000 horas de elaboración para su construcción en las hábiles manos de un artesano griego.
            A los descubrimientos anteriormente descritos, aportaría nuevas pistas, como el hecho de que en el mecanismo debería en el pasado, haber tenido incorporada en cierta parte una pequeña pelota pintada mitad blanca, mitad negra, que era capaz de girar a la velocidad del  mes lunar, dando cuenta de las fases de la Luna.
            Se percata que a pesar de la comodidad de utilizar un calendario egipcio, meses de 30 días, al no tener años bisiestos, el “reloj” se iría desajustando un día cada 4 años en el Zodíaco. Fascinado, descubre que existen unos pequeños agujeros detrás del calendario, que servirían para mover el instrumento y compensar el error.





            Uno de los grandes inconvenientes que encuentra en su estudio es el hecho de que la posición del Sol en el Zodíaco no siempre coincide con la velocidad de los días en el año. Por lo que la aguja que marcaba este hecho no debería ser tal, ¿o sí?...
            El Sol no avanza a la misma velocidad en el año, aunque la diferencia nunca es más de 2º5’, pero eso quiere decir que si la aguja señala hacia el día, marcará mal la posición del Sol y viceversa.
            Según Wright, habría 2 agujas, la más larga señalaba el día, y una más corta la posición del Sol con sus aceleraciones y desaceleraciones correspondientes. ¿Cómo podía corregirse esto? Haciendo engranajes imitando la geometría de los griegos, es decir, los modelos geométricos que tenía para los planetas los griegos.

            Muchos especularon que esta posibilidad sólo era una exageración de Wright, y que lo habría hecho para que él mismo pudiera realizar su maqueta de la máquina, en cambio, tiempo más tarde, todos deberían reconocer el gran trabajo llevado a cabo por este magnífico ingeniero.

            Otra de las curiosidades que encontró sería la división no uniforme entre la marca de los grados y los días. En una vuelta completa existen 360º, mientras que son 365 días los que completan un año, por lo que parecería sencillo pensar que correspondería más días por cada grado, en cambio, lo que se comprueba es que en la posición  de Libra del Sol, este va más rápido, recorriendo 28,5 días en 29º, lo que quiere decir, que la escala en esta parte se encuentra más apretada para que el Sol recorra más parte del Zodíaco.
            La tendencia es a pensar que es todo fruto de un error, pero nada más lejos de la realidad.
            Esta tendencia se da en todo el fragmento, no se reparten de manera uniforme por todo la pieza. La diferencia entre las marcas es tan sólo de 1 mm y la diferencia entre una escala y la otra sería de 2 mm en un cuadrante, esto nos da dos teoría que podrían resolver el entuerto:

·         Modelo Griego excéntrico: El Sol no va  la misma velocidad que la Tierra pero sí con respecto a un punto excéntrico. Implicaría que nunca las marcas serían equidistantes.

·         Modelo Babilónico: El Sol va a una velocidad constante la mitad del año, pero, por debajo de la media cuando el Sol va despacio, después, abruptamente, subía de velocidad e iba también a una velocidad constante, pero por encima de la media. Implicaría que siempre las marcas serían equidistantes en la misma zona que la parte veloz o lenta.

La diferencia entre ambos modelos serían mínimos, pero los científicos se inclinan a pensar que el modelo escogido no era el griego, si no, el babilónico.





Desde el año 2000 Tony Freeth (Matemático) y Mike Edmunds (Astrónomo), trabajan sobre el mecanismo y han logrado desentrañar casi por completo todos sus enigmas.
Ambos trabajan sobre los documentos propuestos por Michael en la década de los 70, ya que Wright nunca publicó nada al respecto, pese a sus avances.
Intentaron negociar con productoras para realizar un documental, pero se encuentran con la negativa de estas en diversas ocasiones, cosa que no mermó para nada el ánimo de la extraña asociación.
Trabajarían con tomografías computadas, lo que hizo que se pudieran estudiar con más detenimiento y tener más de 10 fotografías por cada mm de pieza. Dichas fotografías, sirvieron para observar las inscripciones que se hallaban ocultas, estas, duplicarían la cantidad de letras que se pudieran leer con anterioridad.
Tom Malzbender, ayudaría a jugar con la luz para leer las inscripciones gracias a una tecnología de luz y sombras, que normalmente utilizan Pixar y Disney para recrear sus mundos animados.
Por lo que pudieron comprobar, el aparato debía medir más o menos como una caja de zapatos convencional, con dos tapas de madera que protegerían la parte delantera y trasera del objeto. En la parte delantera se encontraría todo lo descrito con anterioridad, pero, la trasera, guardaba muchos secretos que a partir del año 2005 empezarían a salir a luz.
La parte trasera sería un dispositivo que representaría el movimiento de la Luna con todas las irregularidades que va teniendo a lo largo de las fases lunares. Encuentran que el engranaje 32 mueve a su vez a uno de 50 y que este une a otros dos que hacen lo mismo y sube hacia arriba.
Se trata de 4 engranajes de 50 dientes cada uno de ellos, que, en principio, no sirven para nada, ya que no cambia el periodo. Lo que descubren es que uno de los engranajes, llamado k1, tiene un pequeño pin interno que encaja con una ranura que tiene el de abajo que lo va moviendo de modo que tenga aceleraciones y desaceleraciones, generando un movimiento irregular que refleja el movimiento irregular de la Luna. Esto lo transmite al último engranaje de 50 dientes para otro de 32 y de ahí sube a la Luna. Todo esto iba unido a un engranaje de 223 diente, lo cual hacía que tuviera un periodo de rotación de 9 años.
Refleja de manera fiel mecánicamente la astronomía que tenían los griegos geométricamente.





Cabe destacar que si se tomaron la molestia de corregir los errores en los movimientos de la Luna, hicieran lo propio con el Sol, lo que, por otra parte sería mucho más sencillo, y con toda seguridad sería del mismo modo que Wright describió.

Además descubren un calendario Luni-Solar, lo que se conoce como ciclo Metónico: 235 meses en 19 años.
El problema de este calendario es que  un mes dura unos 29,53 días y un año sería unos 12,37 meses. Por lo que algunos meses tendrán 29 días y otros 30, exactamente 110 meses con 29 días y 125 con 30.

·         En 10 años hay 6940 días.

·         Cada 64 o 65 días se extrae un día, y el mes en el que cae, tendrá 9 días. Hay 9 de 64, 1 de 65 días, repetido 11 veces.

Mientras, algunos años tendrán 12 meses, otros contarán con 13:

·         12 meses en 19 años en igual a 228 meses, por lo que faltan 7 para los 235. Habrá, entonces, 7 años con 13 meses.

Se trata de un calendario astronómico muy complicado, pero el hecho de que se refleje en el mecanismo hace pensar que habría estado más extendido de lo que se creía en principio.
            Por otra parte, también demostraron que podía predecir eclipses tanto de Lunas como de Sol, gracias al denominado ciclo de Saros, un periodo caldeo de 223 lunas, lo que equivale a 6585,32 días (algo más de 18 años) tras el cual la Luna y la Tierra regresan aproximadamente a la misma posición en sus órbitas, y se pueden repetir los eclipses. Con un error de 8 horas. En los meses que sucederían los eclipses se muestran unas inscripciones donde se puede observar la hora y el día en el que sucedería, e incluso nos detalla con una descripción simple de qué color se verá el Sol o la Luna en ellos, y por lo tanto poder predecir acontecimientos futuros, posiblemente ligados con la Astrología.
            Para corregir el error de 8 horas, se hizo uso de un reloj subsidiario que daba una vuelta cada 54 años y nos indicaba en cuál de los tres periodos podríamos encontrarnos. Si estábamos en la primera marca no habría que agregar nada, si estábamos en la segunda deberíamos agregar 8 horas, y si nos encontráramos en el tercer periodo 16 horas.
            Además, algunos investigadores creen que en el periodo donde no debemos añadir nada, existe una marca que haría referencia al concepto de cero, cosa, que es probablemente imposible por todo lo que conocemos sobre los griegos. Según parece, en las tomografías computadas no se perciben evidencias, pero el debate sigue abierto, y futuros estudios dictaminarán la verdad sobre un nuevo enigma que nos presenta esta inescrutable máquina perdida en los tiempos.





            Referente al reloj subsidiario del ciclo Metónico, hay que resaltar que para que funcionara mejor había de omitirse un día cada 4 ciclos. Este reloj daba una vuelta cada 76 años y nos indicaba en cuál de los 4 periodos nos encontrábamos, para recordar que había que omitir 1 día cuando estuviéramos en el último ciclo.
            Por último poseía otro reloj subsidiario que daba una vuelta cada 4 años. Este estaba dividido en 4 franjas que indicaban como año: primero, segundo, tercero o cuarto; y por fuera de cada uno de estas franjas se encontraban inscritos los diferentes juegos panhelénicos que se realizarían en dicho año.
            Este curioso matiz nos demuestra lo ligado que puede llegar a estar la Astronomía con el día a día de una sociedad en algo tan importante como los Juegos Olímpicos reflejados en uno de los primeros planetarios computarizados del mundo.
            Porque, si pensamos fríamente, este, no debía ser el primero en realizarse, debido a su gran elaboración, su complicado aparato interno, con casi toda seguridad alguien giró la manija mucho antes al de esta máquina, pero, ¿quién?

Cicerón también dijo en De Natura, que otro de estos dispositivos fue construido recientemente por su amigo Posidonio,

           “... cada una de las revoluciones de las cuales trae el mismo movimiento en el Sol y la Luna y las cinco estrellas errantes (planetas) son como el que es traído cada día y noche en los cielos...”

            Debemos resaltar que, en cada celda del calendario, se encuentra el nombre del año y mes que marcaría la aguja, un hecho fundamental si queremos establecer de donde proviene tamaña construcción. Los historiadores saben que cada ciudad griega tenía su propio calendario con distintos meses o los mismos pero cambiados de orden. Esto, es crucial y nos lleva hasta Corinto o alguna de sus colonias, y, en una de ellas, se encontraba el hombre con el que empezó este relato, aquel que hizo volar barcos gracias a gigantescas grúas o incendiar ejércitos enteros con lupas solares, su nombre, Arquímedes, y su ciudad, Siracusa.
Y esta, es su historia…. El Enigma de Antikythera.

Con tan sólo 33 cm altura, 17 cm ancho, 9 cm de fondo, el Mecanismo de Antikythera

           “fue una especie de sucesor de los menhires y los círculos de piedra prehistóricos”, explicó el astrofísico griego Xenophon Mussas.


Epílogo
Como resumen expondré brevemente que funciones cumplía el dispositivo y las preguntas que quedan sin responder.

Se trataba de un dispositivo portátil con las siguientes características:

·         Indicaba la posición exacta del Sol en el Zodiaco.

·         Indicaba el día del año.

·         Indicaba la posición exacta de la Luna en el Zodíaco.

·         Con casi toda probabilidad mostraba la posición de los planetas.

·         Predecía los meses y las horas en que se produciría un eclipse, de qué tipo era y si sería visible o no.

·         Indicaba, además, como corregir por 8 horas la predicción de los eclipses en un ciclo de 54 años.

·         Indicaba el mes del calendario Luni-Solar, indicando qué años tenían 13 meses y cuáles 12, qué meses tenían 29 y qué otros poseían 30 días, además de qué día debería ser omitido.

·         Además, nos señalaba que día debía ser corregido en un calendario de 76 años.

·         Para finalizar, nos informaba sobre los juegos que haría cada año.






Tras todo este atajo de datos, nos quedará en la mente, una cuestión ineludible, ¿qué implicación tiene semejante descubrimiento? ¿Por qué si semejante tecnología estaba disponible no se produjo una revolución equiparable a la de hoy en día? ¿Para qué crearon exactamente la máquina? ¿La hizo algún discípulo de Arquímedes? Si se hicieron varios, ¿por qué sólo poseemos uno?
Son demasiadas preguntas que tendrán que responder los investigadores, y puede, que todo esto empezara en Octubre de 2012, cuando, el arqueólogo Brendan P. Foley,  arqueólogo marino del Instituto Oceanográfico de Woods Hole (EE.UU.), decidió varias décadas más tarde bajar al fondo marino, con la esperanza de encontrar pistas que desvelen estos y otros secretos. ¿Será verdad como él cree que haya varios pecios en lugar de uno?

No podemos estar seguros, pero como sabemos, y hemos visto, los hechos que ocurren una vez son proclives a acontecer más veces.

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