Rumbo a lo Desconocido

El Sol sucumbe ante el añil atardecer que cierra el día. La noche, oscura, derrama las estrellas en el cielo de la Tierra. 7.000 millones de personas, cuyos corazones laten bajo un mismo son, las contemplan cada día, en el planeta azul. En un planeta diminuto al borde de la Galaxia, que gira a una velocidad media de 29,8 km/s alrededor de su estrella madre. Allí durante 4.500 millones de años, han ocurrido cosas inimaginables, desde la formación de los océanos hasta los continentes, dando resultado hace unos 3.850 millones de años a la vida, una vida inmortal que perduró (y aún lo hace hoy) inalterable durante los siguientes casi 3.000 millones de años. La evolución de cada ser viviente empezó a marcar las diferencias entre sus congéneres, y el sexo acabó con la inmortalidad que durante miles de millones de años la vida había poseído. La vida siempre tenaz supo reponerse a las embestidas del Universo, que había dejado casi en jaque durante 5 ocasiones a la misma. Han pasado más 5.000 millones de años desde que nuestro Sol que nos alumbra y nos da cobijo nació, gracias al polvo interestelar que muy probablemente fuera la materia residual de una estrella antiquísima que tras una larga vida, explotó… Ahora, en este breve instante de tiempo, aquí estamos, tú y yo.


            Mientras yo escribo, muchos dormís, mientras ustedes leéis quizás yo lo haga, mientras pienso, quizás ustedes halláis salido con vuestros amigos y compañeros a tomar alguna que otra cerveza, y hablar de los problemas que cada día nos presenta. Quizás por el contrario mientras ustedes leáis yo haga eso mismo. El mundo es una serie de circunstancias que suceden sin que nos demos muy bien cuenta de ello. Son, somos, fueron,  miles de millones de historias, que si bien es verdad no se perderán por completo en el olvido cuando ya no existamos, sí que lo hará en gran parte, y sin embargo, aquí estamos, tú y yo…
            Piensa cuantas circunstancias, cuantas coincidencias increíbles se han tenido que dar para que ambos acabemos coincidiendo, aunque sea como escritor y lector, cuantos posibles errores que nuestros ancestros cometieron, que muy probablemente dieran con ellos en la parca, tuvieron que darse para que otros pudieran prosperar. Piensa en las enfermedades, en las muertes, en las grandes extinciones, en dar la vuelta a una esquina y encontrarte con él o ella, en un olvido de llaves, en la simple decisión de si cruzar o no la calle. Piensa en ese hombre u animal que corrió por salvar su vida, en ese último aliento de una madre por dar a luz, en esos homínidos al bajar por vez primeras de los árboles, obligados por un cambio climático que secó sus junglas… Piensa en las guerras, piensa en el amor y en el desamor, piensa en la muerte, piensa en el momento en que de algún modo, algo alteró el material genético de cierta célula que hizo capaz a ciertos individuos a adaptarse mejor al medio proveyéndole de ventajas sobre sus hermanos. Piensa en esas estrellas que guiaron a nuestros antepasados que permanecen inalterables en el tiempo, viendo cada vida, cada salto de fe, cada milagro que cada uno de nosotros somos y representamos para el Universo.
            Y… todo ello en ese pálido punto azul, en esa mota de polvo suspendida en un rayo de Sol… Eso somos nosotros, esa es nuestra casa, ahí hasta donde sabemos todo lo que ha sido vida se ha dado, todo recuerdo; feliz, de tristeza, melancólico... Eso es todo… El antropocentrismo nos lleva a pensar que quizá, simplemente ese diminuto punto azul, es todo cuanto existió y existirá, y que cuando todo acabe, a pesar de la vastedad de nuestra galaxia, la Vía-Láctea, de las miles de millones de galaxias existentes, con sus miles de millones de estrellas y tantos planetas rotando a su vez a estas, todo caerá en el olvido más profundo, pues sin unos ojos que observan, ¿qué será de todo conocimiento? Quizás nos equivoquemos, aunque bien es cierto, que el antropocentrismo debería hacernos amar más todo cuanto sabemos, todo cuanto conocemos, todo lo que fue, es y posiblemente será, y perseverar en la conservación de los derechos humanos, acabar con las guerras, amar la Tierra que nos ama y nos vio crecer, amar la naturaleza, y cada hilo de vida que emerge de ella. Quizás debamos ¿por qué no? Tratar a cada ser vivo con unos derechos cuasi humanos. Como especie debemos tener la sagacidad de proteger todo cuanto conocemos a cualquier coste, anteponiendo la milagrosa vida por delante de los infestos derroches que ocasionamos cada día enfermando al planeta.
            Así somos los humanos, antropocéntricos por naturaleza, y a pesar de ello no hacemos nada por conservar lo que por derecho merece ser recordado.
            Olvidamos que para el Universo, no somos más que un instante en el calendario cósmico, los homínidos tienen poco más de 7 millones de años a sus espaldas, el humano moderno no más de 40.000 años, ¿qué es eso frente los 4.500 millones de años de la Tierra? ¿O, frente  a los 13.750 millones de años que tiene el Universo?... No somos más que una simple y maravillosa circunstancia, un milagro.


            Sin embargo, y sobre todo en el primer mundo, las personas no paramos de lamentar la “mísera” vida que llevamos, la rutina diaria, la ansiedad por querer uno y/u otro producto que el capitalismo dictatorial nos impone a través de bombardearnos mediante reclamos publicitarios, la “belleza” y la destrucción de la personalidad por medio de ella, la de la demagogia que con sus poderes fácticos la tratan, la destrucción de los medios de comunicación, y tantas otras cosas que cada uno de nosotros podemos sentir… olvidándonos de lo más importante, vivir… Perdemos el tiempo en cosas superfluas, en trabajos y/o estudios que no nos gustan para intentar ganar el dinero que nos permita comprar cosas que no necesitamos, para impresionar a gente a la que no le importamos. Así somos los seres humanos… Una especie que nació a las 20.10 horas del 31 de Diciembre en el calendario cósmico.(Para saber más, leer: Todo lo que fue y Todo lo que será en 365 Días)
            Así es la especie que surca el espacio en una nave a la que bautizamos con el nombre de Tierra. Una especie que se encuentra en un rumbo hacia lo desconocido, y que paradójicamente representa en su conjunto cada una de las vidas que se hayan vivido durante todos estos milenios, y cada uno de esos latidos que hoy en día podemos sentir. Cada humano tiene momentos de duda, donde puede llegar a caer, donde olvida quién es… Como la humanidad ha hecho en ciertas ocasiones, y es ahí, en los momentos más duros, en los momentos de mayor oscuridad, donde la naturaleza más pura de cada ser emerge descubriendo la verdadera fuerza de la brillante luz que cada uno de nosotros guarda en su interior.
            Ante nosotros se nos presenta un sinfín de oportunidades, un camino lleno de obstáculos, podemos fracasar, sí, pero está en cada uno de nosotros, sabiendo los errores y las dificultades ya pasadas el encararlas, afrontarlas y superarlas. Durante los últimos 60 segundos del calendario cósmico se han ido construyendo todos los cimientos de nuestra civilización, con sus errores y sus virtudes, durante ese último minuto del 31 de Diciembre, el ser humano pudo emigrar hacia las américas debido al último periodo glacial que la Tierra ha conocido, se desarrolló la agricultura y la ganadería, se alzaron las primeras civilizaciones en Mesopotamia, se originó el gran Imperio Chino, la cuna de la cultura occidental en Grecia, la antigua Roma, se “re”descubrió América, la ciencia y la tecnología empezaron a gobernar el mundo, sucedieron las guerras mundiales, llegamos a la Luna, y ahora, en este preciso instante empezamos a pensar en acabar con todas las enfermedades, acabar con el hambre, crear un mundo donde los combustibles fósiles sólo sean un mal recuerdo del pasado, hemos mandado sondas a los confines de nuestro Sistema Solar, tenemos planes para poner el pie en Marte y mandar los primeros artilugios en busca de vida más allá de nuestro hogar en las próximas décadas…
            Podemos pensar en muchos momentos que nuestra vida va a la deriva, que nuestra especie va hacia un camino sin rumbo… Y, puede, en parte, que cada uno de nosotros tengamos razón, pero al final, cada persona será lo que quiera ser, y nuestra especie, en este primer instante de un nuevo calendario cósmico, será lo que quiera ser… Seremos nosotros quienes decidamos nuestro destino.


No podemos pararnos, el mundo no se para a pesar de nuestros problemas, debemos afrontarlos, y que sea el amor lo que mande en nuestras vidas, no debemos dejar que nos ciegue el miedo, ya que este es el mayor impedimento que podemos tener a la hora de lograr conquistar nuestros sueños…Somos un milagro, piensa en todo lo que leíste, piensa en todas las circunstancias que te han llevado a estar conmigo, aquí, en este blog, y no sólo pienses en tu vida, sino las circunstancias que llevaron a tus padres y a los padres de tus padres a conocerse, a nuestros antepasados a quererse, seguro que no fue fácil… No debemos dejar que la oscuridad gobierne nuestros corazones. La vida más larga de un humano, hoy por hoy es un abrir y cerrar de ojos, de apenas 1/4 de segundo para el Universo en el que vivimos, intentemos ser felices, hacer felices a las personas que nos importan, ayudar a la gente que lo necesite, e intentemos cambiar el mundo. El ser humano puede ser una especie maravillosa, e igual que las personas, aunque a veces se pierdan, tarde o temprano encontrarán el camino correcto, el camino, que deje en el olvido ese rumbo a lo desconocido.

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