El Libro de la Vida

            Y en el olvido quedó las luces de un día que ya terminó.

            Las páginas del libro se cerraron y el polvo que se levantó, voló por la ventana, escurriéndose más allá de lo concebible en la inmensidad del espacio-tiempo. Alguna vez contaron aquellas voces que hoy no escuchas, una historia escrita en cuerpo y alma de aquellos a los que el libro correspondió, más un buen día cerrado quedó.
            Más no existe un Universo sin Universos adscritos al mismo y lo que debió ser se dio, y lo que no, también, pues una regla comprende nuestra lógica y razón, las páginas del libro, aquellas que narran la historia, sería comprendida de forma diferente por aquellos que aún mortales, se atrevieron a leer y tomar para sí el conocimiento que alguna vez se les negó.


            Lejos y a la vez cerca el tiempo se escurre, no se recrea y transcurre a la par que vuelve el reflejo de un espejo de los que fue y será para de esta manera poder leer ese libro una vez cerrado, pues, en verdad os digo que cerrado no está, más si miras podrás comprobar que solo en ti está esa verdad.
            Esa vida que se nos escapa y comienza, es ese libro que se cierra y abre, son esas piezas del tablero que caen en la batalla y que vueltas a la vida, son nuevamente puestas en el tablero, un tablero de luz y oscuridad en un mundo de luces y sombras, donde el niño lee algo que le fascina, es la historia de su vida, una vida vista desde los ojos de su madre, de su abuelo y su tía… Y sin embargo, todo empieza y es donde empieza, donde todo acaba, pues ¿no es este, nuestro Universo, un lugar sin par?
            La individualidad dentro de la cotidianidad se convirtió pronto en el hecho inescrutable de individuos densamente comunitarios, llenos de recuerdos y memorias ligadas a aquellas personas que, antes que ellos, se atrevieron a ver, a sentir la vida, donde una de las páginas es contada por la sensibilidad de la realidad de padres a hijos, donde no cuentan tanto las páginas del libro, sino el contenido del mismo.
            Más existe algo más misterioso en todo ese despertar del ensueño que nos evoca el libro en sí, pues soñamos. Soñamos con otros mundos, otros Universos y otros libros, dentro del mismo en el que vivimos allá, más allá de nuestra razón y conocimiento, en ese caos de sentimientos y emociones, habita el lugar donde viven aún en el recuerdo aquellos que dejaron de contar su historia, y que paradójicamente, siguen su empeño de acompañarnos a donde quiera que vayamos, se trata de una idea irreductible al tiempo, no social, y más allá de la emoción, donde nuestro corazón habita, donde dejamos, que ellos reposen su historia en la nuestra, en un lugar llamado mente, algo insustancial no tangible, no medible capaz de recobrar la forma, la materialidad de aquello que pasó y continua a su vez en el libro, escribiendo en líneas rítmicas y alocadas que no estamos solos y que jamás lo estaremos, del mismo modo que no podríamos ser sin haber sido, sin haber sido ellos en un tiempo previo. Un tiempo previo, donde antes de existir en mente, existíamos en mente y materia.
            Aquel libro que tomamos una vez, pasa de padre a hijo, de generación en generación, sin ser olvidados, sin ser renegados, pues está escrito. Puede que algunos se afanen en descubrir sus entresijos, lo llamen Religión o Ciencia, pero aquel se compone de algo más que la mente y materialidad, yendo desde lo mínimo a lo máximo, desde lo insignificante a lo grandilocuente y, donde pensamos encontrar conexiones entre ambos mundos, solo encontramos caos, donde un mundo de partículas no interactúan para dar cobijo al macrocosmos que nos ampara bajo su manto solemne, de igual modo que para aquella forma material que nos compone y vive por y para nosotros tiene idea de semejante milagro pueda haber reflejado en nuestra creación, jamás llegaremos a entender un libro del cual depende toda vida existente y extinta.
           
            Aquel que se atrevió en un principio a leer el libro probó el poder de la mente que se abriría hasta los confines del cosmos, donde antes no existían estrellas, ahora veía soles, donde ante veía presas ahora veía vida. La maravilla se abrió paso, más no quería decir que lo que aquellos ojos inmaduros a la mente veía no había existido previamente, pues allí estaba. El libro, ya estaba allí mucho antes que la supernova estallara amparando al Universo de una nueva versión de sí misma, de una compresión que desde nuestro punto de vista jamás se dio y puede que nunca se dará. Pero en el infinito espacio-tiempo, mucho antes que todo ocurriera, se habían dado sucesos acaecidos en vecinas estrellas, en galaxias próximas, e incluso para el propio Universo, todo ya habría sido considerado antes, pues recordemos todo lo que se ha de dar habrá de darse por ínfima posibilidad que pudiera albergar esa opción y, el libro así lo recoge, las páginas escritas recogerían el nacimiento y final de un Universo, del mismo modo que no sería difícil de imaginar la decrepitud de la materialidad humana al fin, donde millones de seres viven, donde llegada la hora ese mundo se vendría abajo, pero siempre queda el rastro de aquellos que existir lo hicieron.
             Y así fue como se elaboró el cosmos a imagen y semejanza del propio Universo y del mismo Hombre, pues al principio fue la palabra misma que en las líneas podíamos dilucidar lo que dieron sentido a toda obra, y toda línea temporal, donde viven en el recuerdo aquellos que en su día partieron, donde los sueños de los mortales se fusionan y vuelan en pos del viento de la nueva vida, de la mente que todo sueña y por donde la ventana ya abierta deja fluir las palabras que da el canto en la vida del cosmos.
            Y si nos atenemos a la mente, podríamos decir, más que Universo y mente es la misma cosa, escrita de forma diferente, pues lo es infinita y autónoma, capaz de clarificar y reverdecer su propio contexto universal donde se mueve, gobernanta de sí misma y sin embargo, por ínfimamente que fuera, siempre sujeta a la materia. Más todo Universo sea cósmico o pensante es capaz de ordenar las cosas y de alguna manera capaz de transformar la realidad que la rodea.
            Somos un compendio de todo ello, de todas aquellas cosas que nos rodean, de todo lo que puede y no es descrito mediante la palabra, de aquello que puede y no ser cuantificado, de aquellos ancestros estelares del espacio que eclosionan para dar a la vida un nuevo día con su calor nuclear. Hijos de esa serie de circunstancias que como un escritor iba dando forma a su libro mediante la palabra, la misma que podría ser borrada y reescrita, pues nada y todo hay escrito, y todo debe y no ser. Somos todo eso y más, el recuerdo de nuestros ancestros y de la misma palabra que ellos tomaron por conocimiento, de esa vida genética que fluye por nosotros, de esos recuerdos perpetuados de padre a hijo formando caracteres y forjándonos como personas que a su vez iban a transformar la sociedad, un colectivo que se trasmitiría nuevamente. Somos eso, y aún más, pues aunque individualmente tangibles funcionamos como sociedad, como conjunto de sucesos.
            Somos el aire, la tierra y el fuego del que nacimos, somos el recuerdo constante del espacio-tiempo, de aquellas civilizaciones allende el cosmos habrían existido, pues a fin de cuenta, como escritor de palabras inconexas yo te digo que así fue y así será, y que esta no es más que una página suelta en ese libro que aún permanece cerrado para muchos, que empieza a abrirse para otros y cuyo ocaso empieza a darse para algunos más. Cada individualidad, cada rayo de luz en la mente, cada idea, pudo ser bien reflejada en el libro de la vida, y no por ello, por ser descrito por un joven, puede ser más falso aquello que nos parece totalmente improbable, pero pensadlo, ¿qué seríamos sin la palabra? ¿Qué seríamos sin la información que por ella recuerda todo cuanto sucedió, acaece y perdurará en el cosmos? ¿Qué sería el Universo sin ese libro que lo describe? Sin el don que lleva consigo escrito cualquier cosa más allá de lo imaginable.





            El mañana es incierto, como la hoja en blanco de un libro aún por escribir, ahora puede que 22, mañana puede que 23, más nada es lo que aparenta y sólo resulta ser una línea más a escribir en la historia del libro de la Vida.

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