Un Paseo por la Realidad: Yo o Cerebro


Despertó sobresaltado en una habitación totalmente blanca. Sus sentidos estaban un poco acogotados, y no sabía el por qué.
Se encontraba acostado en una cama de hospital. Su último recuerdo lo situaba en su cálida casa al lado de su mascota a la luz de una lámpara mientras leía una de esas historias de miedo que tanto le gustaban, sin embargo, después, todo era oscuridad y confusión.
Miguel, que era así como se llamaba, se incorporó sin mayor dificultad, no entendía que podría haberle llevado a esa situación, y que no tuviera secuelas aparentemente. Acto seguido moviendo ágilmente su brazo, cogió con soltura las sábanas que cubrían sus extremidades inferiores quitándoselas de encima. De pronto se percató de que algo no era normal. Esa, no era su pierna, la pierna que el conocía. Era a simple vista de alguien ajeno a la situación una pierna totalmente normal, con gran cantidad de vello, y un pie con sus cinco dedos, nada para nadie hubiera sido anormal. Miguel, espantado con lo que veía intentó arrancarse la pierna, sin resultado alguno, intentaba que aquella cosa espantosa no formara parte de él mismo. Asustado y con muecas de dolor en su rostro, empezó a gritar. Se escuchaban por los pasillos los andares rápidos y habilidosos de varias personas. El pomo de la puerta giró, y la puerta se abrió con tanto brío y fuerza que esta chocó contra la blanca pared, produciendo un sonido seco y resquebrajando las capas de pintura que la configuraban. Por la puerta entraron con velocidad dos doctores, ante sus ojos se exponía una viñeta casi cómica y a la vez extraña y perturbadora. El hombre se hallaba tumbado en el suelo semidesnudo, con la rodilla desencajada y aun así el hombre estiraba una y otra vez para poder arrancarse la pierna de una vez por todas, lo cual hacía que tuviera una postura extraña y caótica. Uno de los doctores se quedó perplejo mientras el otro actuaba amordazando al sujeto. Tras unos segundos por fin se produjo la pregunta:-¿Qué le pasa?-. Miguel se encontraba en estado de shock, estaba totalmente pálido y con un tímido susurro atinó a decir:-Esta, no es mi pierna-. Ambos doctores asombrados se miraron el uno al otro, con una perplejidad inusitada, y como si telepáticamente se produjera, ambos respondieron al unísono:-Esa, señor, es su pierna-. Miguel, mirándola, viendo que estaba destrozada, la reconoció y rompió a llorar.


Lo que he reproducido en las líneas anteriores es una historia basada en un hecho real, y quizás menos esperpéntica y violenta que otras que podría haber reproducido. No obstante, lo importante de esta historia y lo que pretendo con ello, es hacerles ver, queridos lectores, que nada es realmente lo que parece. Estamos en un mundo donde damos por hecho todo lo que vemos, y quizás no sea así, el cerebro nos engaña constantemente ante la pasividad de cada uno de los sujetos a los que este regenta. Intentaré lo mejor que buenamente pueda explicar algunos de los mecanismos por los que se rige nuestro cerebro y veremos que queda mucho por descubrir y que no todo está dicho en el terreno de la metafísica. La realidad tal y como nosotros la palpamos, no existe, nosotros, o mejor dicho nuestro cerebro, la crea.
Debemos de partir de la base de que el cerebro no ha evolucionado para comprender el mundo, y mucho menos a nosotros mismos, si no que ha evolucionado para que el sujeto sobreviva. Se trata de un dispositivo fruto de la selección natural al servicio de un ser vivo, para que cumpla la única meta impuesta a todo ser vivo, la subsistencia. Nuestro cerebro busca la supervivencia a toda costa y a veces para lograr esa meta es capaz de suplir la información que le falta por fantasía y confabulaciones. Lo importante es que la información nunca falte, aunque parte de esta no sea la reproducción exacta de lo que acontece. Para ello es primordial presentar siempre la realidad que se nos presenta con un sentido completo y coherente, que creamos que todos nuestros comportamientos están bajo el control del sujeto, que creamos que nuestra memoria sea un reflejo exacto de lo ocurrido. Para nuestro cerebro es más importante contarnos una historia consistente que contarnos una historia verdadera aunque sea menos creíble, es decir, el mundo real es menos importante que el mundo que necesitamos. Los objetos que vemos, escuchamos y tocamos pueden ser reales, pero lo que experimentamos como realidad es una visión construida en nuestro cerebro.
Al contrario de lo que muchas personas piensan, nuestra memoria no es de fiar, no se trata de una cámara de fotos, y mucho menos es el disco duro de un ordenador. En muchas ocasiones para conseguir un recuerdo coherente el cerebro rellena los huecos de la memoria con contenidos originarios y reales. Otras veces, almacenemos información de forma incoherente. Información que al salir a la superficie tenemos la sensación de ser algo totalmente natural. Debemos tener en cuenta que todo influye a la hora de crear los recuerdos, actitud, emoción, imaginación y lo vivido.
Vivimos en un mundo creado y construido por la labor increíble y brillante de nuestro cerebro, y por nuestro bien algunas veces nos muestra cosas que no están y otras veces nos esconde cosas que sí están.
Por lo tanto el cerebro trata de convencerse siempre de la opción más cómoda que concuerde mejor con la realidad. Por eso memoria e inconsciente se encarga de ajustar lo que no encaja, de cambiar lo que no gusta, de eliminar lo que duele y ensalzar lo que agrada. También son estos los mismos mecanismos que le sirven para crear estereotipos y prejuicios que llevados incluso a un extremo pueden hacer que se creen tensiones y conflictos.

Se han hecho diversos experimentos para poder ver que capacidad para recordar posee el cerebro humano. Uno de ellos consistía única y exclusivamente en someter a diversos sujetos en ver centenares de fotografías durante 12 horas seguidas. Luego se les preguntaba, ¿cuántas crees que podrás reconocer mañana? Lógicamente cada uno de ellos respondería alguna cifra en concreto, pero lo cierto es que se vio que a la mañana siguiente, cada uno de ellos eran capaces de reconocer hasta cerca de 10000 fotografías. El problema llegaba cuando les hacían recordar con exactitud la foto, veían que había cosas en ellas que no concordaban con lo que realmente ellos podrían haber recordado en su cabeza. Por lo que se podía concluir que no era lo mismo el poder reconocer una foto previamente vista a recordar lo que había en ella. Este es uno de los matices en el campo de la memoria. Llegados a este punto debemos decir que el área donde se almacena los diversos recuerdos, es el hipocampo, si esta parte del cerebro se dañara, nada podría registrarse como nuevo. Existen diversas enfermedades extrañas, accidentes o el propio Alzehimer en sus primeras fases, que afectan a esta zona cerebral, originando que el paciente recuerde todo lo que tenía almacenado hasta el momento justo del accidente o el comienzo de la enfermedad, pero incapaz de crear nuevo “material”.

¿Pero como podemos recordar lugares en los que nunca hemos estado? A este suceso se le denominó Déjà vu, o ya visto, la verdad no está nada claro porque sucede, pero unas de las opciones que más gusta en la comunidad científica, es aquella que nos dice que, a veces,  en el cerebro se produce un retraso de varios segundos en procesar la información, pero no en almacenarla en la memoria, por eso, cuando la procesamos tenemos la sensación de que la estamos viviendo y recordando a la vez. En ese instante el presente se hace pasado en nuestra cabeza. Mediante los sentidos, el cerebro establece un diálogo con el mundo externo que nos permite interpretarlo y sobrevivir en él, pero en muchas ocasiones como en el Déjà vu, esta interpretación no se corresponde con la realidad. Muchos de estos engaños se debe a una capacidad sorprendente de nuestro cerebro, cuando la información que le llega del exterior no es suficiente o es confusa, simplemente el cerebro se la inventa. Siempre trata de rellenar los huecos informativos para construir una realidad lo más lógica posible de acuerdo con nuestro esquema mental.

Hemos podido ver que a veces la percepción de tiempo, se nos hace un tanto ambigua, pero, ¿sabemos realmente que es el tiempo? Para el cerebro se trata del eje fundamental para organizar nuestras diversas experiencias. Se trata de la temporización del pensamiento. La propia concepción del tiempo en el cerebro gestiona todo lo demás. Una vez esto, debemos de saber que al cerebro le gusta la variedad, por ello, aquello que rompe con la monotonía hace que este centre toda su atención sobre el objeto nuevo que haya podido aparecer, haciendo que esa sensación dure más. Por otra parte cuando el cerebro registra más de lo que debería, percibimos que el tiempo pasa más lentamente, como si se alargara. Sin embargo, cuando un suceso se repite, el cerebro presta menos atención, pues ya sabe lo que pasará, el tiempo será percibido como si pasara más rápidamente. Por lo que cuando algo nuevo acontece el cerebro no sabe predecir lo que pasará, por eso, este, muestra mayor atención ante lo que acontece, ralentizando la sensación del paso del tiempo. La conclusión más evidente de estos datos, es que el tiempo al igual que en el mundo exterior, dentro de nuestras cabezas, es relativo. Como bien sabemos el tiempo es algo que moldea nuestras experiencias y el estado en el que nos encontremos como organismos. (Para saber más, leer: Viaje en el Tiempo: Los Señores del Tiempo )

Por el momento, aglutinando todo lo que se ha expuesto hasta el momento, no podríamos valorar si la realidad que percibimos es tal y como en realidad se dispone ante nosotros. Podríamos decir que el cerebro, manifiesta sus propias ideas de lo que ocurre en el exterior y que de algún modo todo lo que vemos son posibilidades que el cerebro codifica y que en realidad no tiene por qué estar ahí. Como vimos con anterioridad, sin lugar a dudas existe una realidad, pero incluso sabiéndolo no podríamos probar que esa realidad la que vemos, exista realmente. El cerebro, está constantemente lanzando proyecciones hacia el futuro, siempre adelantándose a los acontecimientos del presente. La atención selectiva de este, filtra la información que le llega del mundo exterior conforme nuestros propios propósitos y deseos creando hipótesis del mundo que nutre a la memoria que retenemos en nuestro interior. Hace que de alguna manera se manipule la información sensorial para crear nuestra realidad particular. La percepción de la realidad es una construcción de la mente, la eterna pregunta sigue, y seguirá sin respuesta, ¿conocemos la realidad o solamente pensamos en ella? Nuestra mente sigue siendo ese umbral que separa el mundo físico del de nuestros pensamientos.

Estamos ante uno de los mayores misterios del mundo, nosotros mismos. El cerebro se nos antoja como un gran universo por descubrir contenido en el receptáculo que llamamos cráneo. Algunos lo catalogan como la mayor máquina jamás creada en este nuestro Universo, en cambios otros tienen la idea de que es una auténtica chapuza, que es una máquina caótica e incomprensible. ¿Quién sabe? Intentamos estudiar la realidad a través de lo que nos dicen nuestros sentidos, de forma que se hace poco objetiva esta tarea. Nos adentramos ante un terreno fanganoso y poco seguro, una región llena de misterios y con múltiples preguntas aún por descubrir, empezamos la aventura para conocernos a nosotros mismos y conocer la realidad, ¿te apuntas?

Continúa en: Un Paseo por la Realidad: Universo vs Cerebro

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares