Sueños de Primavera: Semana Santa 2013


            Ha pasado el tiempo. Tiempo que se llevó, tiempo que pasó, y en el corazón quedó el amor que una vez me dio. Ahora en el cielo él me vio y por fin se fundió, con Jesús de Nazaret.


            Los lloros del cielo, que en tierra contemplamos como agua, bendita agua que nos da la vida, cesó, para dar paso al día en que verían por fin el milagro de la existencia. Aquel hombre que horas antes, días, lloraron pocos su muerte, creyeron tras ella y tantos otros que maldijeron su nombre, se unió por fin con el padre. Pero como padre que quiere a su hijo no lo iba a perder, sería perdonado y la alegría de ello sería conocida por todo aquel que creyó, cree y creerá tras probablemente dudar de algo sin igual.
           
            Miles de corazones que laten al mismo ritmo, son despertados por el sueño de la primavera que por Jerez de la Frontera aún verdea.
Son de niños los días en los que tras la burra corrieron y rieron animando con palmas, y en su caso, compases de palmadas cantadas las que acompañan al señor en su entrada a la ciudad del flamenco y la bulería. A esa misma de los colores de azul y blanco, como ese cielo que nuestros ojos contemplan con mirada admirativa, conociendo y siendo capaces de sentir en el corazón el son de aquellos que aún nos acompañan. De niños son, pues, puro es el sentimiento y amor que desprenden que por su cálida luz iluminaron su vida, la nuestra y el cuerpo que sostendrá a los demás miembros por venir.
            Incienso y azahar, el perfume, su perfume. El olor de alguien que nos quiere y nos abraza con el aroma que desprenden dioses, y su beso sencillo como la caída tímida y discreta de la flor del naranjo. Esa misma que un buen niño recoge salvándola de la tempestad, la aprieta contra su corazón, y la aloja en el pequeño pasito que todo según él lo mueve.

            A veces pasa que llueve y nos conmueve.

Pasan pasos y pasos pasan, mientras la luz se refleja, el tiempo vuela, como vuelo mientras gorjean cantarinas las golondrinas que por Jerez de la Frontera pasean. Pasean pasos, y pasos pasean, mientras hombres y mujeres recorren y corren que el tiempo vuela, sin saber que volando van y vienen por Jerez de la Frontera, que la Luna de Nisán se presenta.

A veces pasa que llueve y nos conmueve.

 El tiempo no muere, fluye cual rio transcurre hacia mar abierto. Nacer y morir. Reír y llorar. Un río y un mar, conceptos distintos en una misma línea del tiempo que vive cuando ellos quieren vivir, que fluyen sin cesar para no morir, para vivir por siempre en conceptos distintos y tan atentos, verdaderos, sinceros, que sólo es evolucionar. El agua es sólo agua. El concepto de la palabra hace diferente en sí misma su significado, por ello el tiempo pasa, fluye, transcurre, nace la vida y se pierde en la muerte. Vivir, morir, distintos conceptos de la existencia. Pasan los años y aquellos niños que corrieron tras el señor, mayores se han hecho.
Son ahora ellos los que de la mano llevan al futuro del hombre, camino al encuentro de ese señor que apalabraría con sus allegados, que una vez transcurrido el tiempo, el sería entregado y su sangre derramada. Ellos no comprenden, pero comprenderán el sino de la vida. Ellos no saben, pero intuyen.

A veces pasa que llueve y nos conmueve.

Son esos que comprenden, ahora sí, su verdadera razón de ser. Que por ser, ser serás y aunque nunca lo llegues a comprender lo sabrás, que por su mirada nunca se pierde y advierte el fin de la mentira, el comienzo de la verdad.
 Son tiempos oscuros y difíciles de comprender que con mayor o menor soltura habrá que sortear.

Comprender.

Es difícil discernir el bien del mal, aunque ellos ya despiertos intuyen su final.

Actuar.

Sin saber, sin comprender, no podemos actuar, y discernir nuestros movimientos en pos de la bondad.
 Hombre que todo lo perdona, dios debe ser, aunque nunca se coronará. Sólo es nuestro igual. Muchos que sin comprender, decidieron actuar, mal hicieron en hablar, mal hicieron en reír y llorar, y mucho peor en juzgar. No comprendieron que de alguna forma todos ellos eran culpables llevando a ese niño, a ese dios, a ser sentenciado. Lo lapidaron sabiendo que ellos nunca estarían libres de culpa, sin comprender, que serían perdonados, sin saber cómo actuar, y una vez más, sin saber cómo juzgar, juzgaron.

A veces el cielo llora, llueve y lloramos por él.

Ocurre tal vez, que la vida se extiende. Los que una vez fueron hijos ahora son padres. Los que fueron padres ahora son abuelos. La aventura se extiende. El milagro de la vida perdura. Curioso ser que ahora está y antes no. En el nombre de los padres y de los hijos. Ahora es cuando aquellos niños que cogidos de las manos de aquellos hijos que corrían en pos de aquel señor montado en burra, dan a conocer a una nueva generación. Domingo de Ramos, tras la pasión de un día que algunos conocen y conocerán. Las calles de su ciudad y es de obligatorio ver la Tornería de Jerez, lugar de risas y lágrimas. De Jesús triunfante, de aquel que a sus discípulo enseña y más tarde juzgados por aquellos que no comprenden y no saben actuar.
Ahora somos abuelos, aquellos que enseñan el camino que se ha de recorrer. Puede que el fin parezca cercano aunque no lo es.
Cargas de culpas se han de soportar injustamente vertidas, tras ser nuestro amigo y señor, apresado en Getsemaní. La carga de un hijo nunca será llevada en peso completo, pues, el padre, nuestro padre, intercederá por nosotros, por él, su hijo, su niño.
Toda vida tiene a su padre, somos hijos de ellos, y como hijos, nosotros somos a su vez los mismos de nuestros padres, que a su vez antes de ser padres, fueron hijos y muchas veces, hijos y padres. Padres e hijos, hijos y padres. El mismo patrón de un concepto evolucionado en la misma línea del tiempo. Ellos nos enseñan, nos dan cobijo cuando el temporal arrecia y nos alimentan más que con lo material, con un sueño de sueños de ilusiones que los dioses añoran por ser hijos de los hombres. Sin embargo, los que no comprenden, actúan mal y fue apresado mediante el beso más incomprendido de todos los de la historia, que por San Benito se veía, se intuía ruin, pues no fue juzgado, ni incomprendido, el sólo actuó, vendiéndolo.
De este modo, el Hijo del Hombre, el único dios hecho carne, el único que antes de ser carne era eterno y eterno fue, fue vendido, lapidado por necias acusaciones, de aquellos que sin comprender, decidieron actuar y a su vez juzgar por algo que él nunca fue, ni creyó ser, un dios, un rey sobre la Tierra. Lo mandaron azotar, mientras que amargamente su madre lloraba, pues ella sabía que ningún hijo ha de llevar toda la carga impuesta, pero así lo quería el padre y así se hizo.
El niño, aquel que en su tiempo pasaba tras la cera de los cirios, ahora no comprende y pregunta al padre lo que ocurre, que sin saber contestar busca en los ojos de su ser más anciano, pues, él, también es hijo. Hijo del padre, de su padre. La voz de la experiencia, no es su boca pero lo será, él no es él, pero lo será, aunque aún no lo sabe. Aquel que es padre por dos veces, se limita a decir,

           “aquel que no comprende, no debe actuar, él no comprendió lo incomprensible de nuestra especie y se limitó a observar. Mientras los demás actuaban, él los contemplaba. Mientras lo castigaban, el sólo pedía perdón para ellos, pues no sabían lo que hacían y sin embargo juzgaban y golpeaban. Se limitó a esperar, pues él, comprendía a la par que incomprendía lo que esa multitud hacía, y eso ocurría pues, él era humano. Un niño lleno de ilusión, un ser que hace deslumbrar aún nuestro alma, un dios, hecho carne.”

Al que denominaron Cristo, fue paseado por la ciudad, le hicieron llevar una cruz a cuesta y fue paseado entre medio de burlas, escupitajos y patadas, en un camino, que hoy con respeto le damos el nombre de Carrera Oficial.
Fue de este modo, donde aquel que a pesar de su apariencia tenía el corazón de un niño, cayó, y cayó, y ese corazón probablemente se astilló. Descansó en tierra. Un romano se acercó tirándole de la túnica púrpura que aún vestía. Al ver que no se levantaba y su cabeza gacha, le golpeó fuerte con la mano en el hombro del brazo con el que se apoyaba en el suelo. Al ver que seguía asfixiado, de rodillas, sudando, con la mirada perdida, le propinó una patada en la cadera.
En el mundo, existen personas que aún sin entender, sin saber lo que ocurre, llegan a comprender, y algunos, tras la muchedumbre, arremetieron contra el soldado, que revelado instó a que alguien cargara con la pesada cruz que Jesús portaba, para de esta manera ayudar a transportarla. Antes de reiniciar la marcha, alguien le limpió la cara, un rostro derrotado por el sufrimiento pero con alma de luz, quedaría reflejado en el paño. Luego, tras observar detenidamente a ese ser, esa bella mujer, continuó la marcha ayudado por un cicerone.

A pesar de todo, las personas, nunca están solas.

Pese a tal Vías-Crucis, todos los caminos estarán repletos de personas que sin llegar a saber, comprenden y actúan sin juzgar. Pese a todo, siempre estamos acompañados. Acompañados a vivir la vida. Acompañados a vivir la muerte. Acompañados en ocasiones a morir en vida.
De este modo, llegó al Gólgota. Cristo fue preparado, le quitaron la túnica y unos romanos tras escupirle en la cara, se la sortearon mientras hacían burlas. Él sabía su destino, y sabía que el mundo estaba enfermo, pero él perdonaría, los perdonaría pues a pesar de no entender, comprendía que debía de hacerlo.
Pronto, tuvieron la cruz dispuesta y el señor mayor enfermó. Le extendieron los brazos, los amarraron al poste, cogieron los grandes clavos y un martillo y en cada uno de ellos, mientras un secuaz agarraba firmemente de sus manos para que no resbalaran, le clavaron sin piedad golpeando con violencia. La sangre salpicó la cara del soldado, que encolerizado, golpeaba con brutalidad mientras que los aullidos de aquel hombre, que iba a ser exaltado, se perdían en el tenebroso cielo.
Terminaron el trabajo, y gracias a dos secuaces, izaron la cruz al cielo, mientras la sangre goteaba, era vertida a la tierra, la misma que una vez fue dada a sus discípulos de forma simbólica convertida en vino. En el barrio de la Vid, en la ciudad del vino. En las viñas.
El ocaso del hombre llega, pero su legado perdurará por siempre. En cada una de las células de sus descendientes, en el corazón de todas las personas que fueron tocadas por él. El hijo, es en la mayor parte de las ocasiones, el que más llora, junto a sus hijos, pero, en ocasiones, le toca al padre saber de la pérdida, sin entender muy bien, sin saber, aceptando un hecho cruel.
Así fue como sabiendo de las maldades realizadas por no conocer, y actuar sin conocer juzgando, Jesús los perdonó. Gritó al cielo. Pocos fueron los que en su día lloraron y muchos los que hoy lo hacen. Expiró. Aunque en Jerez sabemos, los Viernes Santos, existe un vieja ermita, la ermita de San Telmo, donde a pesar de Expirar, nos da luz de esperanza a pesar de ser muchos los días de lluvia y lloros a los que se dispone el Cristo, nuestro Cristo a salir, a dar a conocer su virtud, su proeza, su divinidad. La ermita de ese señor mayor que abandonó a sus hijos y a los hijos de sus hijos. La ermita que siempre será recordada por dar cobijo a los hijos desligados de sus padres y perdidos en un mundo que no comprenden, en un sueño de ensueños que pudiendo ser ilusión, recordamos constantemente que es real, una niñez ya perdida, arrebatada de la fantasía de creer. Ese niño que nació al lado de su Cristo, hoy lo mira, admira en otro tiempo, en la misma línea en el que vivimos. Hoy la da a conocer a su hijo y más tarde a sus nietos. Vivir, morir. Distintos conceptos de un mismo significado en evolución.

A veces pasa que llueve y nos conmueve.

Comprender, actuar, juzgar.

A veces el cielo llora, llueve y lloramos con, por él…

Solos nos quedamos, en Soledad, aunque por victoria, pronto la tendremos que dar, a pesar del Calvario que quizás muchos tengamos que pasar, la luz volverá.
Ahora, el hijo del padre, que no tiene padre, se ha hecho mayor. Ahora comprende, que el padre de su padre, del que una vez se sintiera hijo más que nieto, ha transcendido a lo divino. Es eterno. Ahora sabemos, tras la reflexión que ese niño, ese señor, al que llamamos Jesús, es Dios, es la Eternidad, es nuestro Universo, aunque él ya lo fuera antes de ser carne. Aquellos que abandonaron el mundo, se unieron a él.
Ahora el incienso, se pierde por las calles, esperando ser abrazado, esperando abrazar. La última flor de azahar caía al suelo, cuando el viento sopló, voló danzando por el aire y quiso posarse en la cabeza de un niño, que sentado a las faldas de su madre, algún día se haría mayor y sería padre.

Ha pasado el tiempo. Tiempo que se llevó, tiempo que pasó, y en el corazón quedó el amor que una vez me dio. Ahora en el cielo él me vio y por fin se fundió, con Jesús de Nazaret.


“En memoria de mi abuelo, padre, hermano y amigo, Antonio Macías Moyano.”

Comentarios

  1. Que bonito.

    Por otra parte, estoy contando los días para que llegue Semana Santa... a ver qué tal el tiempo...

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    1. Te adelanto que la cosa pinta rara muy rara, los partes no son tan malos como 2012 y 2011, pero tampoco son muy buenos, vamos ambiguo como nunca, lo verás en estos días Sol y muchas Lluvias... Sólo espero que llueva todo lo que tenga que llover en la próxima semana, si no, será un año de más de lo mismo...

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